Frankfurt a. M, 3 de junio de 2014.
A Su Santidad
Papa Francisco
Vaticano.Santo Padre:En nombre de la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología (ALPEC), tengo el honor de dirigirme a S.S. a efecto de agradecer la trascendental Carta que dirigiera a la Asociación Internacional de Derecho Penal (AIDP) y a nosotros. Como vicepresidente de la primera, he trasladado la Carta al Sr. Presidente, Prof. Dr. José Luis de la Cuesta.
Papa Francisco
Vaticano.Santo Padre:En nombre de la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología (ALPEC), tengo el honor de dirigirme a S.S. a efecto de agradecer la trascendental Carta que dirigiera a la Asociación Internacional de Derecho Penal (AIDP) y a nosotros. Como vicepresidente de la primera, he trasladado la Carta al Sr. Presidente, Prof. Dr. José Luis de la Cuesta.
El mensaje de S.S. llega a los penalistas en momentos especialmente críticos, en especial en nuestra región, que sufre diferentes niveles de violencia que, sean bajos o altos, sólo parecen interesar como objeto de manipulación mediática, en pos de un fin único: agravar penas, inventar tipos penales nuevos frente a cada problema social y, en el fondo, consolidar la idolatría del poder punitivo, cuya ilusoria omnipotencia explotan los políticos inescrupulosos y rinde a los gobiernos, con el consiguiente peligro para las estructuras institucionales democráticas de los estados.En octubre de 1953, S.S. el Papa Pio XII dirigió una histórica alocución a los asistentes al Congreso de Roma de la AIDP, refiriéndose a las bases de un derecho penal internacional y reafirmando que todo derecho penal debe ser de culpabilidad, lo que implicaba un llamado de alerta frente a la subsistencia de la peligrosidad, como concepto burdamente reduccionista y de raíces racistas.Estimo que el Mensaje que S.S. nos hace el altísimo honor de enviarnos, cobra en el actual momento una trascendencia equiparable. No sólo no hemos archivado suficientemente la vieja idea de peligrosidad ni el derecho penal de autor, sino que asistimos a un progresivo desbaratamiento de los limites al poder punitivo represivo y controlador de los estados, con el resultado de una creciente victimización de los más humildes y de los excluidos y una reducción de los espacios de libertad y privacidad de todos los habitantes.Con dolor –y en verdad también con indignación- asistimos los penalistas y criminólogos a la demolición de los límites al poder punitivo de los estados trabajosamente construidos a lo largo de la historia, a partir de las experiencias de sangre y sufrimiento de millones de víctimas, recogidas y elaboradas por nuestra “dolorosa scienza dei delitti e delle pene”.Por ende, no podía haber sido más oportuno el Mensaje de S.S. y nos reconforta inmensamente que advierta con claridad la necesidad de prudencia en el uso de la pena. Creo leer en las palabras de S.S. una renovación y actualización de la admonición de “cautela” en el uso del poder punitivo, que hace cuatro siglos, contra los poderosos de su tiempo -y con riesgo de su vida-, formulara el poeta jesuita alemán Friedrich Spee.Ruego a S.S. que tenga a bien aceptar, por mi humilde intermedio, el más profundo y sincero agradecimiento de la ALPEC, por el honor que nos dispensa con su valiosa y valiente Carta.
En lo personal aseguro a S.S. que rezaré en la forma en que lo pide, con el ruego de que S.S. no deje de hacerlo por los penalistas y criminólogos de nuestra región, a quienes también buena falta nos hace.
Quedo de S.S. como su atento y seguro servidor, al tiempo que aprovecho la oportunidad para reiterarle las expresiones de mi más alta consideración y estima.
E. Raúl Zaffaroni
Secretario Ejecutivo de ALPEC
Se adjunta: Carta original de su Santidad